Y aunque los amamos por hacernos sentir tanto con sus obras, también los odiamos por hacernos amar a alguien que ya tenía una sentencia de muerte. Un día este señor se levantó y construyó al personaje más noble, fuerte, honrado y valiente de la saga, nos hizo amarlo de pies a cabeza y cuando menos lo esperamos, redactó la muerte más cruel, humillante y angustiante que se le pudo ocurrir. Y ahí estábamos, esperando el párrafo que nos dijera que era una broma, un plan de Eddard para escapar, una pesadilla o algo. Pero no. Lo único que llegó fue la realización de que George R. R. Martin no tiene piedad ni por sus personajes ni por sus lectores. Básicamente fue como si John Green nos hubiera puesto cera caliente y la hubiera arrancado sin avisar: dolorosa, inesperada y shockeante. ¿Fue su muerte de ayuda? Sí, pero eso no la hace menos triste. Y sí, se entiende que su muerte fue necesaria para el desarrollo de personajes, peeeero eso no la hace menos dolorosa ni trágica. Si ver la película es doloroso, leer el libro es mucho peor. No importa si ya sabes lo que va a pasar, ver la inocencia y la humanidad con la que Bruno y Shmuel forman una amistad a través de una alambrada te hace sentir un hueco en el corazón ante el conocimiento de lo que va a suceder con dos niños que ignoraban lo que ocurría a su alrededor.